El consumo de cocaína en personas jóvenes ha aumentado considerablemente en la última década en España, llegando casi a duplicarse. Según el Informe Europeo sobre Drogas que la Comisión Europea publicó en 2015, se estima que el 3,3% de adultos jóvenes entre 15 y 34 años consumieron cocaína en el último año, mientras que en el informe de 1995 esta cifra correspondía a un 1,8%. España ocupa el segundo lugar en el ranking de los países europeos, donde la cocaína es la droga estimulante ilegal más utilizada, además de ser una de las sustancias de abuso más adictivas y más difíciles de tratar.
A pesar de las graves consecuencias negativas que presentan los consumidores de cocaína, que incluyen ruptura de las relaciones sociales, pérdida de empleo y aparición de enfermedades somáticas y psiquiátricas, la adicción a dicha sustancias es la que presenta mayor tasa de recaídas en pacientes que siguen un tratamiento adecuado.
La vida de una persona adicta a cocaína a menudo se centra alrededor de la sustancia y de las actividades relacionadas con su adquisición y consumo. Por lo tanto, el consumo constituye un importante problema social, legal y de salud pública.
Se ha visto que las habilidades sociales de una persona y la forma en que se relaciona con los demás son factores de vital importancia en la instauración y mantenimiento de las adicciones. Específicamente en los consumidores de cocaína se han observado déficits importantes en la interacción social. En estudios, se ha evidenciado que presentan menor respuesta emocional a estímulos, menor capacidad de empatía y mayor dificultad en reconocer emociones en la prosodia, que los individuos no consumidores. Esto se relaciona con deficiencias en el comportamiento social que afectan la vida de la persona, tales como un menor número de relaciones sociales y mayores conductas delictivas.
Dichos déficits pueden aumentar el riesgo de aislamiento, las conductas agresivas y los síntomas depresivos, que presentan habitualmente los consumidores de cocaína, generando un círculo vicioso en el que se refuerza el consumo de la sustancia.
Adicionalmente, la disminución y deterioro de las relaciones sociales, contribuye a reducir el éxito del tratamiento psicológico, pues se ha visto que los pacientes que presentan más apoyo social, suelen mantenerse abstinentes (sin consumir la sustancia) durante periodos más largos.
Las dificultades en la interacción y en la forma de relacionarse constituyen un obstáculo para el tratamiento, aumentan la carga de los familiares y contribuyen a los altos costos para la sociedad asociados con la adicción. Por lo tanto, deben constituir un foco importante de prevención y tratamiento del consumo de cocaína.
En nuestra Clínica INTAD contamos con un equipo especializado y un programa de tratamiento de cocaína Madrid, específico y personalizado, donde se contemplan las dificultades relacionales en dicho tratamiento, además de la prevención de recaídas y el mantenimiento de la abstinencia a través de diferentes y efectivas estrategias y técnicas, abordadas desde un punto de vista integral biológico, psicológico, familiar y relacional.