EL LENGUAJE QUE LLEVO PUESTO

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EL LENGUAJE QUE LLEVO PUESTO

Estilo de vida

Se nos ve el lenguaje, más que la personalidad o los deseos o las intenciones. Cuando digo la palabra lenguaje me adentro en una tupida selva. Me refiero a las palabras que decimos y también a los gestos que expresamos con nuestro rostro y nuestras manos, a nuestra postura. Incluyo también las palabras que no decimos o los gestos que no ponemos, nuestros silencios, nuestra pausa, la velocidad, nuestra forma de expresar el humor desde la ironía, la sencillez o el sarcasmo, nuestra prosodia, el color de nuestra voz, el tono, la emoción que dejamos ver o entrever, nuestros tics, nuestras frases hechas, la proxemia o distancia física que guardamos cuando hablamos o escuchamos, nuestros micropicores (que demuestran preocupación o nerviosismo), nuestra apariencia (que habla en parte de cómo vemos el mundo o de cómo queremos que los demás vean lo primero que queremos mostrar de nuestro mundo), los verbos que utilizamos para enrolar, decidir, describir, los nombres que decimos, o callamos, u olvidamos, la forma de saludar, de mirar, de tocar, la forma de andar, de comer, de movernos, la cara que ponemos cuando nos enfadamos, nuestras expresiones energéticas, en fin... toda una selva del lenguaje como dice el escritor José Antonio Marina en uno de sus libros, una selva en la que perdernos, encontrarnos, confundirnos, sorprendernos, conocernos, distanciarnos, asociarnos o disfrutarnos. Casi nada.



El lenguaje es tan físico como un pedazo de corteza o de cuero, como un trozo de grafito o una semilla que explora la tierra que nutre. Te doy mi palabra, te la entrego, al decirla construyo realidades que antes no existían. Nuestros mensajes nos unen físicamente, y en última instancia, fisiológicamente. Enriquecen nuestra vida o la empobrecen, nos traen enfermedad o salud. 



La pléyade de palabras que decimos (una persona culta usa en torno a 2.000 o 3.000 palabras) y los innumerables microgestos faciales y corporales que dejamos ver (solo en la cara hay más de 10.000 posibilidades emocionales), nos pueden provocar sarpullidos en la piel, úlceras en el aparato digestivo, constipados, caída del cabello, o tener un sistema inmunológico robusto y feliz. Ya se ha demostrado la íntima conexión entre el lenguaje positivo por ejemplo y un aumento de la reserva cognitiva y emocional de nuestro cerebro, es decir, un aumento considerable en el número de conexiones neuronales. 



Así que tomar conciencia de cómo hablamos y cómo nos hablan, de las palabras que inconsciente o conscientemente elegimos y de los gestos que pueblan nuestro lenguaje corporal, se convierte en un asunto de primer orden, primero para nuestra salud y después para la salud de cuantos comparten espacios de conversación con nosotros. 

@PALABRACOACHEL LENGUAJE QUE LLEVO PUESTO
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