La mayoría de la población está viviendo el confinamiento como un castigo de la naturaleza, como una cárcel o un suplicio. Evidentemente, no es fácil para nadie no poder salir de casa durante tanto tiempo.
Nunca hemos vivido una situación de tanta incertidumbre colectiva. A la lógica preocupación por la salud propia y ajena, se le añade la previsión de una crisis económica que nadie sabe, a día de hoy, qué magnitud alcanzará ni cuánto tiempo durará.
En este contexto tan complejo la ansiedad está haciendo de las suyas. Cada persona lo está llevando como puede: apoyándose en la familia, pidiendo ayuda a un psicólogo, buscando el contacto de los seres queridos mediante las video-conferencias, etc.
Más allá de todo el drama que envuelve a esta inesperada pandemia, quiero haceros una reflexión sobre el confinamiento, porque creo que podemos sacar algo de luz entre tanta oscuridad.
En momentos de estrés y crisis, es común que salga con mayor fuerza y nitidez lo que llevamos dentro. Es como si nuestra personalidad se multiplicara y se mostrara haciendo más ruido. Es probable que las personas con tendencia a aislarse, durante el confinamiento se aíslen aún más. Que las que necesitan estar conectadas a otras personas de normal, ahora lo necesiten más.
El confinamiento nos da la oportunidad de conocernos mejor y detectar los patrones con los que acostumbramos vivir.
Para las personas que estáis interesadas en el crecimiento personal, estas semanas son una buena oportunidad para observaros más, y aprender de vuestras sensaciones y emociones.
Y para las personas que nunca habéis pensado en ello, también puede ser un ejercicio interesante poner la atención en los procesos que estáis viviendo durante el confinamiento para poder mejorar.